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El Robles Godoy que no conocí

Publicado: 2010-08-10

Se complica decir o expresar cosas nuevas cuando tanta gente ha hablado de lo mismo. Me ocurre ahora, con la muerte de Armando Robles Godoy, pues todos los medios y las personas han respondido a su penosa partida con muchas expresiones de lamento y afecto. Merecidas están, claro, pero ya no sabía qué escribir. Acaso poner algunos enlaces de sus escritos, reseñar sus películas o mostrar las tantas entrevistas que dio a lo largo de su vida.

Por último me incliné por escribir algo más personal; digamos, escribir sobre lo significa para mí la muerte de un personaje tan grande como él. Lo más gracioso -e ilógico, seguramente, se aventuraran a decir algunos- es que nunca lo conocí. Tengo 22 años y calculo que a los 14 fue la primera vez que escuché algo de él. Me lo debe haber contado mi papá, que también lo admiraba.

Ya luego vi unas cuantas de sus entrevistas en televisión, donde hacía brotar su personalidad sin ningún temor. Fue polémico, ácido, en cada respuesta, pero nunca restó sapiencia en lo que declaraba. También leí algunos de sus cuentos, como "Elipsis" o "En la selva no hay estrellas", que después él mismo adaptó en una fantástica película que anduvo perdida muchos años.

Lo que más me impresionó, ya se imaginarán, fue su cine. "La muralla verde" resultó insuperable en su propuesta y aplastó las expectativas que me había hecho teniendo en cuenta lo limitado que puede ser filmar películas en Perú. "Espejismo" y "En la selva no hay estrellas" también se encuentran a años luz de lo hecho en promedio en el cine nacional. Sí, en promedio, aunque a muchos no les gusten las generalizacioens. Los mismos que en su momento zarandearon injustamente al cineasta y escritor.

Ahora recuerdo claramente que hace dos años que llamé a don Armando a su casa para que me conceda una entrevista. Le había creado una imagen mental de viejo huraño y quizá un poco desdeñoso. Pero cuando se descolgó el teléfono fue su voz amable y extremadamente cortés la que accedió a atenderme. Creo que lo llamé dos veces más para confirmar el encuentro, pero no pude volver a hablar directamente con él. Eran su esposa y su hija las que se turnaron en postergarme la entrevista -siempre, eso sí, de forma amable y educada-. Hasta que desistí y no llamé más

Imagino -y quiero imaginar- que don Armando no se sentía en capacidad de dar más entrevistas. Quiero pensar que prefiría disfrutar de la tranquilidad de la soledad o el placer de departir con sus más cercanos. Porque en las últimas entrevistas en las que apareció ya no lucía la fortaleza a la que nos tenía acostumbrados. Porque seguramente necesitaba descansar luego de una vida tan activa en favor de la cultura en el Perú, una labor tan exigua como complicada. Por eso fue distinto siempre. Atrevido por sus ideas políticas, sus proyectos artísticos, y hasta por esa melena larga y blanca que mantuvo hasta muy mayor en una sociedad que no aguanta ni siquiera cosas tan superficiales como esa.

Ahora que ha muerto, siento, como nunca antes, esa sensación de tristeza por la pérdida de alguien que no conoces. No sé explicarlo, pero creo entender la pena que invade a las personas cuando fallece su artista favorito. Bueno, el papel de Armando Robles Godoy no es precisamente el de una estrella de rock o de un deportista destacado, pero sí ha logrado moldear una imagen de referente en el mundo de la cultura y el arte. Y por eso decidí escribir esto. Porque lo merece y porque, ahora que se fue, todos deberíamos desear que más Armandos poblaran este mundo. Y vaya que hará falta.


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EL ESPIGADOR

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